Tuesta las avellanas. Lo puedes hacer en una sartén o también en el horno, según prefieras. Una vez frías podrás quitarles la piel con facilidad. Solo hay que frotar las avellanas entre ellas con ayuda de las manos.
Muele las avellanas y después hiérvelas con la nata, cocinando durante 5 minutos. Obtendrás una masa de frutos secos. Todavía en caliente, tritúrala lo más fina posible. Resérvala.
Pon a hervir las ¾ partes de la leche junto con el azúcar y la vainilla.
En otro bol mezcla las yemas con el resto de la leche. Cuando la leche esté hirviendo, aparta la cazuela del fuego e incorpora la mezcla de yemas del paso anterior. Pon esta mezcla de nuevo en el fuego hasta que empiece a tener cuerpo (85ºC). ¡No la hiervas!, ya que se te puede cortar. Aparta del fuego definitivamente la mezcla y añade la masa de avellanas. Mezcla muy bien.
Deja enfriar. Añade la miel.
Pon la masa del helado en el congelador durante 4 horas. Cada media hora bátelo con la batidora para que no aparezcan cristales y el helado esté cremoso.
Saca el helado de avellanas del congelador unos minutos antes de comer. De esta manera, estará más cremoso y fácil de servir.