Mezcla la harina con el huevo y el agua. Cuando esté homogénea, añade poco a poco la leche.
Calienta una cucharada de té de aceite en la sartén. Cuando esté bien caliente añade medio cazo de la mezcla anterior (esta cantidad puede variar según el diámetro de tu sartén, yo he usado una de 21 cm). Fríe la masa por los dos lados. Las demás crepes las podemos freír con menos aceite.
Ahora empieza a freír el resto de las crepes. La sartén tiene que estar muy caliente. Solo pon en la sartén ¼ de cucharada de té de aceite para freír las crepes. El aceite tiene que estar también muy muy caliente. Mientras estás echando la mezcla, ve girando la sartén con un movimiento de muñeca para que la mezcla cubra bien todo el fondo de la sartén. Ahora espera un poco y cuando veas que la crepe se levanta por los lados y tiene un color dorado, dale la vuelta. Ahora el tiempo de freír es muy corto, apenas unos segundos. Conforme vayas haciendo crepes, ve poniéndolas en un plato.
A la hora de comer puedes rellenarlas con mermelada, crema pastelera, crema de chocolate, nata montada, frutas de temporada, una mezcla de canela y azúcar, miel y todo lo que se te ocurra.